Inmigré a la Tierra envuelta en un silencio
Escrita en un reflejo, sendero a la palabra
Traía mi voz fértil, mi ofrenda sin espinas
Y una paz de garúa al fondo de los ojos.
Encontré una guarida de ciénagas y púas
Un Poder que calcina la sangre de los niños,
Vi hombres como lobos, vi lobos angelados
Y un diluvio salobre de ensueños moribundos.
Cada día hay más seres desgarrados y rotos
Los talan, los arrancan, los estallan, los matan
Al tiempo que Goya y Beethoven y Balzac
Afirman que la vida se refuerza en cada Ser
Inmigrada en la esencia potente del arte
Maldigo cementerios y cenizas, y me quedo.
Me quedo hasta que el follaje de los hombres
Sostenga la raíz y reinvente el mundo.
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CRISTINA CASTELLO
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Oeuvre Roberto Santo