Merci à Cristina Castello
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En estos tiempos de miserias omnipresentes, de violencias ciegas, de catástrofes naturales o ecológicas, hablar de la belleza puede parecer incongruente, inconveniente, incluso provocador. Casi un escándalo. Pero por esta misma razón, vemos que, en lo opuesto al mal, la belleza se sitúa efectivamente en la otra punta de una realidad a la cual debemos enfrentarnos. Estoy convencido de que tenemos el deber urgente, y permanente, de examinar los dos misterios que constituyen los extremos del universo vivo: por un lado, el mal; por otro, la belleza.
El mal ya sabemos lo que es, sobre todo el que el hombre inflige al hombre. Debido a su inteligencia y a su libertad, cuando se sume en el odio y la crueldad, puede abrir abismos sin fondo, por así decirlo. Hay un misterio que atormenta nuestra conciencia, causándole una herida aparentemente incurable. La belleza también sabemos lo que es. No obstante, por poco que pensemos en ella, nos sentimos inevitablemente aturdidos por el asombro: el universo no tiene obligación de ser bello, y sin embargo es bello. A la luz de esta constatación, la belleza del mundo, pese a sus calamidades, también nos parece un enigma.
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En «Cinco meditaciones sobre la belleza»
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Le mal nous savons déjà ce que c'est, surtout celui que l'homme inflige à l'homme. En raison de son intelligence et de sa liberté, quand il s'associe à la haine et à la cruauté, il peut ouvrir des abîmes sans fond, pour ainsi dire. Il y a un mystère qui hante notre conscience, causant une blessure apparemment incurable. La beauté nous savons aussi ce que c'est. Cependant, pour peu que nous pensons à elle, nous nous sentons inévitablement étourdis par l'étonnement : L'univers n'a aucune obligation d'être beau, et pourtant il est beau. À la lumière de ce constat, la beauté du monde, malgré ses calamités, nous semble aussi une énigme .
FRANCOIS CHENG